Tropiezas con la realidad, corres a por tu sueños.

domingo, 3 de abril de 2011

Una gata de tejados en la habitación.


Tenías la cabeza muy grande. Y el cuerpecillo, que chiquitita eras. Caminabas tambaleándote de un lado al otro, con dificultad. Cuando te vi estabas en la calle, sola. Me gustó tanto tu forma de caminar, tu seguridad. Tenías miedo, tus ojos demostraban que estabas enferma. Unos cuatro meses y lejos de tu mamá. Te cogí y te aguardé en mi pecho, bien sujeta. Me gustó tu olor, olor de calle, olor de gato. Tus ojos amarillos me miraban con miedo, desconfianza, pero tu ronroneo delató tu comodidad. Yo también te gustaba, un poco. Qué loca, insensata fui. Te llevé a casa y cuando te di de comer me mordiste, eras toda una peleona. Me gustaba tu pelo, eras tan pequeña, tan bonita. No nos separamos desde ese día, dormíamos juntas. Te convertiste en una gata de casa, en una gata de nadie y yo fui tuya.  Mi gata se hizo mayor, y nunca volvió a los tejados , ni a la calle. Mi gata se fue, se fue a una casa más grande. 
Y yo querida, yo miro los tejados, veo los gatos y busco en su mirada todo lo que tú me diste. Me río de la gente que dice que los gatos no dan cariño, tú me dabas amor. Tu ronroneo en mis piernas tus mordiscos, tus arañazos, tus bostezos. Sí te quería, vaya qué tarde me doy cuenta. Cuando nos volvamos a ver ya no seré tuya, pero yo de ti siempre me acordaré. Una gata grande con mirada altiva.


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