Tropiezas con la realidad, corres a por tu sueños.

lunes, 3 de octubre de 2011

Coge mi mano

Una noche en Madrid, como tantas otras.
La capital rebosa gente, sonrisas, gritos, diversión.
Se oyen los claxon de los coches de madrugada en la Gran Vía.
En el cielo no se ven estrellas, puede que ya no estén allí.
Puede que estén en los ojos de la gente. Brillan.
Su fulgor te atrapa y te fijas en las caras de sus dueños.
Ya no les volverás a ver, o sí. Tampoco importa.
Al menos, a mi no me importa.
¿Debería? No lo sé.
Nos hemos vuelto fríos, desconfiados.
Tal vez tengamos tantas preocupaciones que no nos fijamos en el prójimo.
Quizá necesita ayuda. O cariño, o un abrazo, una sonrisa. Quizá necesite atención.
Miles de personas en una cola, y se va siempre con los mismos.
Pero, ¡a ver! Las relaciones entre las personas se basan en la confianza.
Y por mucho que todos seamos de la misma raza y condición, hemos aprendido a mantener las distancias.
Porque hemos hecho daño. A nosotros mismos y a nuestro alrededor.
Por eso, hemos aprendido a aferrarnos a esas personas que nos aportan protección.
Amigos, amigas. Con ellos disfrutas, sales, entras, te mueves, te ríes, vives.
Y es que, aunque seamos millones de personas en este mundo, es un mundo absurdo y caótico, que ha perdido su sentido.
Como dice el dicho, millones de personas, y a veces solo necesitas a una.


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