Siento la delicada brisa de la noche que entra por la ventanilla del coche hasta darme en el rostro, me lleva el pelo hacia atrás, suavemente.
Rememoro cada beso que acaba de darme, cada caricia, cada gota de sudor, cada mordisco, cada arañazo. En ese momento me he sentido excitada, con las piernas abiertas en su sofá, él entrando en mi. Un escalofrío me ha recorrido la espina dorsal. Sexo duro y fresco, que me hace olvidar todo lo que antes quería reprocharle.
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